PALABRAS DE LA AUTORA A LA PRIMERA EDICIÓN

El presente trabajo responde a la necesidad de compartir una búsqueda que he iniciado hace muchos años. Al indagar en las profundidades del alma humana y en los vínculos interpersonales, comprobé una y otra vez, que las marcas del lenguaje son determinantes, en tanto que configuran el sentido y el propósito inherentes a nuestros enunciados.

Tales especulaciones me llevaron a profundizar sobre el modo en que formulamos nuestras experiencias de vida.

La dimensión del lenguaje es inestimable. Es un medio poderoso para acercarnos al no-yo1 y aprender a expresar el yo. Fluye desde la más recóndita intimidad hasta los confines de lo posible.

Asimismo, el lenguaje es un vehículo para ejercer el poder: para guiar, educar, para conducir hacia la libertad, o para someter y dominar. Sobre tales conceptos sustento todo el desarrollo de la obra.

A través del lenguaje nos apropiamos de los elementos que componen el medio que nos rodea: mamá, papá, casa, árbol, nena, perro y un sinfín de vocablos que nos acercan la realidad. También por su intermedio nos abrimos al otro, nos damos a conocer.

Todos los sentimientos y pensamientos, vivencias y emociones, reciben la impronta afectiva de las palabras con que los nombramos. Aprendimos en la infancia a calificar como negativas, dignas de ser rechazadas, algunas de las cosas que nos ocurrían. También supimos que había experiencias buenas y deseables, que recibían elogios. Quizás hoy, si las revisáramos, llegaríamos a otras conclusiones.

La familia, el colegio, la sociedad nos transmitieron sus propias categorías. Inicialmente las tomamos sin discutir.

Para muchas personas, las opiniones recibidas permanecen inalterables y no admiten cuestionamiento. Para otras, en cambio, la respuesta es un rechazo absoluto. O repiten fórmulas o se oponen siempre. En ambos casos no hay reflexión.

Tanto la obediencia extrema como la rebeldía ciega, son expresiones de sometimiento.

Observamos que en ambas, la opinión del otro tiene más peso que la propia, pues el sujeto

se limita a adherir o a rechazar.

El esfuerzo por explorar qué significan las palabras con que designamos nuestras experiencias, nos abre al discernimiento. ¿Decimos lo que pensamos?

Tal vez, a partir de semejante esfuerzo, analicemos antiguas formulaciones y podamos transformarlas. Cuando nos damos ese tiempo para reflexionar, se pone en funcionamiento nuestra imaginación y nos volvemos creativos.

El modelo binario ha sido utilizado para explorar los términos elegidos.

En cuanto al marco teórico, me apoyo en gran parte en los fundamentos de la Psicología Transpersonal, que incluye la espiritualidad en el proceso terapéutico. Dentro de esta línea Carl G. Jung es uno de los mayores referentes. No obstante, reconozco también a muchos otros autores que influyeron en mi formación, la que comenzó desde la perspectiva psicoanalítica.

Precisamente, es Jung, quien intenta demostrar mediante el Principio de Sincronicidad, algunas coincidencias que no tienen una explicación causal. Este principio, aunque Jung no agotó la investigación del mismo, abre una vertiente esperanzadora para comprender situaciones cruciales de los seres humanos, en las que no existe conexión alguna entre Causa y Efecto.

En el ámbito de este desafío, interrogo al lenguaje. Exploro sobre cada uno de los pares de términos, dentro de una dimensión espiritual, que no se sustenta en la racionalidad más pura.

Espero que este trabajo sea un aporte más en la incesante búsqueda del autoconocimiento.

Inés Olivero

1 Todo lo que no es yoF, el otro

A LA TERCERA EDICIÓN

Sólo quiero agradecer.

El recorrido de nuestra vida tiene diferentes paisajes, muchos de ellos oscuros… pero, si logramos mantener la llama del deseo, en algún momento comenzamos a ver el resplandor de un nuevo amanecer. Mucho tiempo mantuve el optimismo, aún cuando el panorama no lo auspiciaba. Y valió la pena.

Creo profundamente en el amor del alma, ese que une a los seres humanos, el que supera las diferencias y engendra milagros. Fue esa convicción el motor de este libro. Me sentí impulsada a escribirlo y a convocar a un diálogo con lo sagrado de la vida que hay en nosotros. Hablándole al corazón, con palabras que resuenan en la intimidad.

Mi libro, a su vez, me presentó a muchas personas valiosas que de otro modo no hubiera conocido.

Abrió puertas y posibilidades, me permitió pensar junto a otros esos temas que, en el vértigo de la cotidianeidad, quedan desestimados. Siento una inmensa alegría por haberme animado a compartir estas reflexiones que acuñé durante muchos años en soledad y con otros -grupos de reflexión, oyentes de la radio, pacientes, amigos y algunos familiares-. Me animé a hacerlo, además, por contar con la presencia constante de mi hermana, Ana María Pérez Arce, quien retocó mis formulaciones con palabras más armoniosas. Afortunadamente, en esta edición asume la autoría de sus poemas, oculta tras un seudónimo en las presentaciones anteriores.

Estuvo conmigo mi familia más cercana. Mi marido, mis hijas, mi nieta… También hubo otras personas que creyeron que en la obra había algo que se tenía que dar a conocer, como Pablo Pérez Iglesias, quien me brindó, además de su amistad, la sala de su teatro1 para abrir Talleres sobre el tema. O los responsables de la Editorial De Los Cuatro Vientos, quienes apostaron a una nueva edición.2

La invitación a cavilar junto al lector sobre el lugar en que nos situamos al nombrar las palabras de nuestro discurso habitual, me obliga también a mí a estar atenta. Creo firmemente en la propuesta de Krishnamurti: mantenerse en estado de alerta percepción, porque así recordamos la importancia de despertar, de salir de los automatismos, de hacernos conscientes de los actos y de las vivencias.

Nadie tiene la verdad, somos todos buscadores de un tesoro interior desconocido, que aunque podamos vislumbrarlo, no lo poseemos. De tal modo, aunque el mundo nos presente una realidad brutalmente controvertida, si nos mantenemos con fe en lo Superior, veremos más allá…

Por cierto, confío en que los seres humanos estamos en camino hacia un magnífico encuentro en la Unidad, que en algún momento va a suceder… Gracias.

Inés Olivero

1 Teatro Güemes, Mar del Plata
2 Esta versión me da la oportunidad de corregir un craso error. Una amiga me comentó que no encontraba La Dialéctica del Amo y el Esclavo, de Heidegger, y yo le dije: -Cómo para encontrarlo, si es de Hegel!… -¡Ah! Lo saqué de tu libro…, me contestó: de este modo me di por enterada.

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